Normalmente tengo pensadas de antemano varias salidas
al campo, y cuando salgo por la mañana de temprano, en ese momento elijo la que
me apetece más en ese preciso instante. Hoy opté por perderme por las Sierras
de Tentudía, y como siempre, mereció la pena. Los paisajes en esta época del año
están que se salen. Si el otoño tiene sus encantos con esas tonalidades de las
hojas de castaños, quejigos y pinos, ahora naciendo o ya nacidas muchas de las
hojas de estos árboles, el verde de la hierba y multitud de flores, “paqué
contá”.
Mi objetivo hoy en la zona era una gran peña de rocas
que ya, en otras ocasiones, he visitado, pero como quiera que hacía tiempo que
no me acercaba, pues decidí que hoy era el día. Así que como siempre, cargué
con los bártulos a cuestas y me encaminé hacía allí. Los quejigos andan ya
cubriéndose de hojas al igual que los castaños. Abajo en los valles y entre los
arroyos de agua crecen algunas choperas, desde donde se escucha el tamborileo
de los pájaros carpinteros. Un águila calzada planea en vuelo ascendente, y es
viendo el vuelo de estas aves cuando te imaginas lo que se tiene que disfrutar
desde esas alturas viendo todo este bosque verde a tus pies. No obstante,
cuando llego a la cumbre de estas peñas rocosas, tengo a mis pies, buena parte
del paisaje que me rodea. En las fotos os muestro parte de ese paisaje del que
yo disfrutaba en el momento. Pero siempre existe algún contratiempo, es lo que
tiene andar perdido por estos andurriales. Esto de andurriales se lo escuchaba
decir a mi abuela, que siempre me decía, cuando yo llegaba del campo, aquello
de: ¡chiquillo que cualquier día te vas a quedar por esos andurriales de dios¡.
Y ahora sé yo que andurrial es, según el diccionario de la RAE, <<el paraje
extraviado o fuera del camino>>. Pero como os decía, los contratiempos en
este caso me llegan en forma de garrapatas, sí, esos animalitos que se agarran
a cualquier parte del cuerpo en cuanto te descuidas. Como quiera que he estado
metido entre herbazales que me llegan casi hasta el cuello, algo normal después
de la lluvia que hemos tenido estos meses pasados y que son zonas de mucho
bicherío, pues pasa lo que pasa. Cuando me miro, me veo estos inquilinos
subiendo en busca de sangre que chupar. Busco enseguida un claro, en este caso
salgo al camino, imaginen la escena; pantalones por los tobillos, de cintura
para arriba como Tarzán y venga a sacudir ropa. Menos mal que esto no es la
Gran Vía y no pasan más que los pájaros, sino cualquiera podría
pensar cualquier cosa.
Como no me parece haber andado lo suficiente, me
encamino con el coche hasta el monasterio de Tentudía, y desde allí, me marcho
a pie por las faldas de la sierra, para seguir disfrutando del paisaje. En las
fotos os dejo más imágenes de mi jornada campestre.
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