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viernes, 2 de agosto de 2013

VICISITUDES DE UN NATURALISTA POR LA COMARCA DE LA VERA. En busca del mirlo acuático (Cinclus cinclus).





Desde que en el año dos mil nueve observara por primera vez el mirlo acuático, allá en las gargantas de la Vera, la imagen de este pajarillo volando por los tramos de ríos, buceando en las cristalinas aguas para atrapar los insectos acuáticos que le sirven de alimento y su biología en general, me engancharon. Yo conocía  especialmente  bien algunas gargantas donde el ave era fácil de observar y de fotografiar, pero esta temporada quería buscar zonas nuevas, así que después de pensarlo durante algunas semanas, decidí dedicarle al menos tres o cuatro días, al mirlito, como lo llaman algunos paisanos por la Vera.
Si no encontraba zonas adecuadas para fotografiarlo, siempre me quedaba la zona de siempre. Así que desde el primer día me dediqué a buscarlo en otras gargantas. Escogí la Garganta de Cuartos, en Losar de la Vera. La primera mañana nada más llegar y recorrer un buen tramo de río, tanto aguas arriba como aguas abajo, al final fue en un tramo aguas abajo del famoso puente de Cuartos, donde pude observar los primeros ejemplares, algún adulto y un joven nacido esta temporada que se posó a unos veinte metros de donde yo me encontraba instalado con mi cámara. Y aunque estas gargantas suelen estar tranquilas a primeras horas de la mañana, a medida que avanza el día, los bañistas hacen acto de presencia y van ocupando diferentes tramos de las gargantas, así que las aves desaparecen, aunque algún mirlo de los más atrevidos, se pasa volando entre los humanos. Así que fui descartando tramos. Y al final acabé en el lugar de siempre, Garganta la Olla.

Al tercer día me levanté aún de noche para llegar antes del amanecer al lugar donde me instalaría con mi cámara. Para evitar peso innecesario cargué sólo con la cámara, el trípode y la red de camuflaje. Yo sabía que en este punto los mirlitos son relativamente confiados y basta con cubrirse simplemente con la red para que no se sientan amenazados.
Así que con las luces del alba ya andaba yo moviéndome por la garganta adecuada a tal fin. Después de ir viendo posibilidades aguas arriba y aguas abajo, me decidí por el punto donde la temporada anterior ya observara yo a estas maravillosas aves. Pero como no todo puede salir bien, mientras me movía por las orillas de aguas cantarinas, cristalinas y resbaladizas, pisé en falso y tras mis intentos por no caer, di con mi trasero entre las rocas del lecho del río, quedando empapado hasta el pecho de agua, con la suerte de que pude salvar la cámara de las frías aguas, pero no así una batería, el auto disparador y el móvil. Si les digo que me levanté y salí del charco donde me había caído en cuestión de segundos, me quedo corto. Imaginen la historia, caerse en estas frías aguas cuando aún el sol no había despuntado y faltando al menos dos horas para que los primeros rayos de sol hicieran acto de presencia en estos cerrados bosques de galería. Pero yo no había llegado hasta allí para que un simple chapuzón me aguara la fiesta. Así que me quité las botas, vertí el agua que había dentro, escurrí los calcetines y resto de la ropa y me volví a vestir. Seguidamente me camufle en la orilla, al pie de un gran aliso cubierto de hiedra, con mi camuflaje correspondiente, y me dispuse a esperar. Al cabo de quince minutos pasó el primer mirlito muy cerca, volando, pero no se paró en sus posaderos pétreos de costumbre. En media hora estaba yo tiritando de frío con la ropa aún mojada y los pies encharcados. Pero en unos cuarenta y cinco minutos apareció el pájaro, se posó en los posaderos y yo comencé a disparar con mi cámara en ráfagas una foto tras otra, así hasta que al cabo de unos veinte minutos el ave se marchó aguas abajo. Yo ya no sentía tanto frío, haber tenido al mirlito a menos de tres metros de mi objetivo, me hizo subir la adrenalina de tal manera, que me había desaparecido hasta el frío del cuerpo. Seguidamente esperé dos horas más, pero ya no quiso aparecer. A estas horas los que comenzaban a llegar eran  los primeros bañistas a la zona, pero en cualquier caso el objetivo estaba cumplido. Algunas de las fotos las tenéis en este blog.


 Adulto en Garganta la Olla. Extremadura.
 Joven en la Garganta de Cuartos. Losar de la Vera. Extremadura.
 Aquí parece andar sobre las aguas.


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