Posiblemente uno de los
símbolos de la ciudad portuguesa de Tavira, sea uno de sus puentes sobre el río
Giláo. Me refiero al conocido como “Ponte antiga”, que une las dos orillas de
este río en el centro de la ciudad. Existen diversas hipótesis sobre su origen.
Es posible que en época romana ya existiera un puente sobre este río. Sí se
sabe que en época medieval fue
reconstruido y por ello se le conoce también como “Ponte Románica de Tavira”.
Hasta 1989 el puente soportaba también el paso de los vehículos, pero después
de las inundaciones de ese año, pasó a ser sólo peatonal, sin duda un gran
acierto.
Cuando uno pasea por este
puente o se sienta allí a observar, es como estar en otro mundo, tiene algo
especial. Con mi cámara he querido atrapar alguno de esos momentos que se
pueden contemplar en este puente o desde él, en blanco y negro y en color.
Al amanecer, cuando el
trasiego de personas aún es mínimo, observo a ese abuelo apoyado en su bastón,
con paso inseguro cruzando desde la orilla Sur hasta la orilla Norte, con la
mirada perdida. Abajo, en el lecho del río, un hombre busca almejas removiendo
el fondo, es una práctica habitual aquí. A la caída de la tarde con esas luces
y sombras que el sol, bajando por la zona alta del río va dejando, ilumina a la
chica de la bicicleta y poco a poco cae la noche, las figuras se difuminan. Y
llega la noche, el momento de más bullicio. A esta hora ya se ha acomodado
sobre su baranda algún músico callejero, llenando el aire de melodías
universalmente conocidas como La vie en
rose o Twist And Shout de Los
Beatles. Miradas de parejas enamoradas que pasean agarrados de la mano y otras que
sin embargo, por el semblante de sus caras, parecen enfadados, mientras las
luces de las farolas se reflejan en los adoquines del suelo muy brillantes a
causa de las miles de pisadas que los han pulido día a día hasta parecer
cristal. La gente mira aguas abajo, observando como las luces iluminan otros
puentes menos románticos y los reflejos de esas luces en las aguas quietas del
río, o quizás queriendo apartar la mirada para no ver a la señora que pide
limosna, sentada en la acera del puente, la miseria del puente, la miseria de
la vida. Apartemos la vista, parecen decir, para no sentirnos culpables de
tanta injusticia. Ahora el músico callejero, con su guitarra amplificada, toca
algo que me suena a Eric Clapton. Como diría mi abuela, entre col y col,
lechuga.
Recogiendo almejas en el río.
No hay comentarios:
Publicar un comentario