El naturalista Gerald Durrel decía que un naturalista
nunca padece esa horrible enfermedad moderna llamada aburrimiento. Y es cierto,
siempre hay algo que observar en la naturaleza, cada época del año nos ofrece
multitud de oportunidades para recrearnos con una planta, un ave, un insecto o
cualquier otra forma viva, incluido el paisaje. Estos días “huroneando” por
ahí, encontré una de las setas de primavera más curiosa de nuestros campos, me
refiero a la colmenilla (Morchella esculenta), se conoce con otros nombres como
cagarria o morilla, especie que encontraremos especialmente en zonas sombrías y
húmedas, el ejemplar de la foto lo encontré al amparo de un muro de rocas
orientado al Noroeste en un encinar con matorral, con suelo mullido de
hojarasca, aun puedo oler la humedad del rinconcito donde se encontraba.
El nombre de colmenilla lo recibe debido a esa forma
de panal de abejas que tiene el sombrero de este hongo. Se trata de una seta
muy frágil, se rompe con relativa facilidad. Es una seta que los micólogos
denominan saprófita, esta palabreja traducida del griego quiere decir
podrido-planta, esto es, que vive a expensas de materias orgánicas muertas o en
descomposición.
Es una especie comestible, pero hay que consumirla con
mucha precaución, según los expertos en el tema esta seta contiene una
sustancia llamada hemolisina, que destruye los eritrocitos o glóbulos rojos de
la sangre, por eso no es conveniente comerla cruda, se debe de cocer al menos
durante veinte minutos. En cualquier caso siempre debemos de consumir las setas
en cantidades mínimas y en caso de duda la mejor opción es desecharlas.
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