La pretensión de esta jornada no era otra que realizar
la ruta transfronteriza por tierras de Valencia del Mombuey. Llegar hasta el
río Ardila donde queda a un lado España y a otro Portugal y ver el castillo
portugués de Nodar, desde el lado español. Los “Letreros de Nijata” serán para otra
visita.
Después del madrugón, llego al punto de partida un
poco antes de las ocho de la mañana. Con el sol a mi izquierda, desparramándose
sobre las dehesas sembradas de cereales, me encamino por el conocido camino de
“Las Brujas”, nombre muy sugerente. En Fregenal de la Sierra también hay un
camino llamado así y posiblemente en otras muchas poblaciones también los
habrá. Como decía, me encamino entre encinares y grandes claros de terreno,
algún regato aún lleva algo de agua. Me llama la atención las flores de la
dedalera iluminadas por el sol de primeras horas de la mañana, la luz perfecta
para hacer fotografías. Estas dedaleras, llamadas también digital, pertenecen a
la especie Digitalis purpurea subespecie
mariana, si mis observaciones son correctas. Aquí por donde me muevo hoy, es
muy frecuente verla al amparo de las paredes de piedra y en tramos de dehesa
que parece como si estuviera sembrada. Es una flor muy llamativa. Recordaréis
que en otra entrada de este mismo blog, mostraba también fotografías de otra
especie de digital, la Digitalis
neywoodii.
Continúo mi camino y me encuentro con un pastor que
guarda un rebaño mixto de ovejas y cabras. Como quiera que me gusta hablar con
la gente del campo, pues ellos saben cosas que no están escritas, me paro y le
pregunto si queda mucho hasta llegar al río, y me dice que bastante; el hombre
me pregunta qué estoy haciendo por allí, no sin antes mirarme con algo de
recelo, quizá piense que soy algún fugitivo que busca pasar al país vecino. El
hombre de unos setenta años, con la piel
curtida de años en estos parajes, me explica que tengo que llegar hasta la “forestá”,
luego entiendo que se refiere a las plantaciones de pinos que proceden de los
años de la dictadura, que tantos encinares arrasaron. Doy las gracias y nos
despedimos, no sin antes haber hablado de la meteorología del día de hoy.
Las cabras no solo andan en el suelo, algunas están
encaramadas en las encinas ramoneando las hojas. Es asombroso cómo suben y
bajan de los árboles; yo creo que no les tienen envidia a los monos.
Un perdigón canturrea en una de las laderas soleadas
mientras dos palomas torcaces salen volando con estruendo de una encina.
Por fin llego a
un alto desde donde se divisa el castillo portugués de Nodar. Cuando llego al
pinar, con sotobosque de jaras, lo primero que llega a mi olfato es el intenso
aroma de estas plantas y el olor de los pinos calentados ya por el sol. Decido
seguir hasta donde me lleve el camino. Este, en algunos tramos, casi se cierra
con las ramas de los pinos piñoneros y las grandes ramas de las jaras que a
veces tengo que apartar para seguir. Y pienso yo ahora que estoy llegando al
fin del trayecto, que no le conviene el nombre que se le da al camino, de las
brujas, más bien diría yo, que se trata
de un camino de hadas. El final del camino está rematado con dos bancos de
madera. Después de algo más de dos horas de andar, me siento aquí a contemplar
el río que me tiene fascinado desde hace años, el Ardila. Ahí está, a mis pies,
después de traer recorridos casi cien kilómetros desde su nacimiento en las
sierras de Tentudía. En la margen derecha, España y en la margen izquierda,
Portugal. Aguas arriba sobre una sierra, se levanta imponente ese castillo que
mencionaba antes, el de Nodar. En otra ocasión os contaré algo sobre él. Ahora
dejadme que contemple el río y vaya pensando en esas casi tres horas de marcha
que me quedan hasta llegar al comienzo del punto de partida.