Lo dedico a todos esos hombres y mujeres que
“inventaron” la dehesa con su esfuerzo y con sus toscas herramientas. Personas
muy sabias, de las que deberíamos aprender.
Estos días se pueden observar ya, las podas en algunas parcelas de nuestras
dehesas, y pensaba yo en la buena idea que tuvieron los hombres del Neolítico
hace ya unos ocho o diez mil años atrás, cuando inventaron las primeras y rudimentarias
herramientas que darían paso a esa
evolución cultural que, tras miles de años, sirvió para trasformar un
bosque primigenio, cerrado, en lo que conocemos hoy como dehesa. Una dehesa de
la que tanto se habla y de la que sabemos tan poco; si acaso que produce
beneficios económicos y poco más. Además de querer ignorar el futuro que le
espera.
Tengo en mis manos un pequeño cuadernillo que encontré
hace ya algunos años, en bastante mal estado y que cuidadosamente pude
reconstruir, porque me pareció de mucho interés. Solo tiene diecinueve páginas,
fue editado sobre el año 1950 por la Excma. Diputación Provincial de
Huelva. Es una segunda edición y lleva por título Poda de la encina. Lo escribe Antonio Celorico Martínez, perito
agrícola y director en aquellos años de la Estación Agrícola
de Galaroza.
En este pequeño manual se habla de algunos principios
que es bueno conocer, entre otros, que los árboles tienden como todo el mundo
sabe a su porte natural y que las ramas que tienden a la vertical, crecen más
que las horizontales o inclinadas. También nos dice que las ramas horizontales
tienden a echar chupones y envejecen antes o que la encina da el fruto en la
madera del año. Estos son algunos de los principios, no todos, los que se exponen
en este cuadernillo. Yo sé que el lector es muy observador en estas cuestiones
de la poda, esto que expongo solo es un recordatorio, a modo de curiosidad. No
existe otra pretensión en este escrito por mi parte. Prosigamos pues…
Celorico Martínez dice también que no hay que
generalizar a la hora de tratar a una encina, pues el podador se encontrará con
multitud de casos, así que para cada árbol el suyo, es decir, el trato
correspondiente. Así, habla de encina muy vigorosa, que son aquellas que
presentan muchos brotes que solo emiten madera. Luego está la encina vigorosa,
esa que en su copa predominan los brotes mixtos, es decir, aquellos que echan
mucha madera y algún fruto, siguiendo con las encinas de un vigor medio y las
de poco vigor.
Celorico explica asimismo el turno de la poda diciendo
que no se puede fijar un número
determinado de años de una poda a otra, porque esto depende, entre otras
circunstancias, de la frondosidad de los árboles y sistemas de poda.
Termina diciendo que la poda es una operación
necesaria, delicada y beneficiosa. Y se acuerda este buen señor, de los
propietarios y arrendatarios de encinares abandonados o mal llevados, para que
se vayan dando cuenta de que la poda es una operación cultural y no un aprovechamiento
de leña, aunque esta se obtenga de ella. Concluye diciendo que un mal podador
es peor que una plaga, esto decía este buen hombre en los años cincuenta del
siglo pasado.
Y recuerdo yo a otro agrónomo francés, Jean de La Quintinie, que decía
también, hace bastante más tiempo, pues corría el siglo diecisiete, aquello de que: “ Todo
el mundo corta, pero pocos saben podar”.
La dehesa me encanta. Besitos.
ResponderEliminarGracias, Teresa.
EliminarSaludos.
EliminarExcelente trabajo, como todos los tuyos es estupendo recrearse en las fotografías y en los textos que los acompañan.
ResponderEliminarUn saludo.
Isabel F. Bernaldo de quirós
Muchas gracias, Isabel. Un saludo.
Eliminar