La primera anotación que tengo en mis cuadernos de campo, sobre el
Águila pescadora (P. haliaetus), en el embalse de Valuengo, Jerez de los
Caballeros. Es del día 25 de septiembre
del año 1991. Faltaban tres minutos para que el reloj marcara las cuatro y
media de la tarde y el águila estaba posada en un poste de madera, al lado del
camino que bordea el embalse. De nuevo a las cinco y cuarto, la observo
planeando a gran altura sobre el pantano. A partir de ese momento decidí que tenía
que saber, qué hacía, y qué comía esta rapaz en este embalse. Y así, aunque con
algunas interrupciones, y muchas horas
de observaciones, la observé cada temporada hasta el año 1998. Y de aquellas
observaciones nacieron unas notas que aparecieron en el número 166 de la
revista Quercus, página 38, del año 1999. Se tituló “Dieta del águila pescadora
en un embalse extremeño”. Ahora recupero esas observaciones para mi blog.
A lo largo de aquellas
observaciones aprendí, que el águila era
fiel a sus posaderos, y aquello me permitió recoger bajo esos posaderos, los
restos que el ave desechaba o simplemente se le caían al comer los peces; esos
restos eran dientes faríngeos, radios espinosos y aletas. Estos despojos fueron
analizados por el biólogo Alfonso J. Rodríguez Jiménez, por mediación de mi
amigo Juan José Ferrero Cantisán. Aquellos análisis dieron como resultado la
cifra de cuarenta y dos presas, de las que treinta y cinco pertenecían a barbos
gitanos (Barbus sclateri), cuatro carpas (Cyprinus carpio), dos bogas de río
(Chondrostoma polylepis) y por ultimo un barbo sin identificar. Todas estas presas
las capturó el ave en época otoño-invernal, pues fue la época en la que se
hicieron las observaciones, concretamente entre los meses de septiembre y
diciembre. En diciembre de 1992 y en septiembre de 1998, observé dos águilas
pescadoras juntas, el resto de las observaciones fueron de un solo ejemplar.
POSADEROS
El ave utilizó en
aquellos años, hasta cinco posaderos diferentes. Los eucaliptos de la orilla
del pantano los utilizó en el 46% de las veces, también se posaba, el ave, en
dos torretas de alta tensión situadas a dos kilómetros hacia el norte del embalse,
en un 22% de ocasiones. En los postes telefónicos de madera que rodeaban la
margen izquierda del embalse, se posó el
17% de las veces. Pero la pescadora también se posó en el suelo en el 9% de
ocasiones y el 2% en rocas de la orilla del agua. Y en el 4% se posó en un muro de rocas, cercano también
al agua.
ACTIVIDAD
En lo que a la
actividad que llevaba a cabo la pescadora, durante el día, se refiere, hay que
decir que el 32,8% de las veces la observé en vuelo. Posada y acicalándose el
plumaje el 31,3%, comiendo pasó el 13,7% del tiempo; pescando, actividad que me
hacía pasar momentos indescriptibles, paso el 11,5% y oteando desde algún
posadero de los descritos anteriormente, estuvo el 10,7% del tiempo.
RELACIONES INTERESPECÍFICAS
En cuanto a las
relaciones que otras aves, mantuvieron con el águila pescadora, cabe destacar
los acosos de que fue objeto en vuelo,
por parte de milano negro, cuervo o gaviota reidora. En posadero cuando
permanecía cerca de los dormideros de cormorán grande, también fue atacada en
alguna ocasión, por estas aves, pero en este caso la pescadora se defendía.
El cleptoparasitismo
lo pude observar en una ocasión, cuando una garza real, consiguió que el águila
pescadora soltara el pez que había capturado, una vez que se encontraba posada
en el suelo y se lo arrebató allí mismo.
La fotografía del Águila pescadora que ilustra este artículo, es propiedad de Sebastián Molano, al que agradezco que me haya permitido su uso para ilustrar esta entrada.