Vistas de página en total

domingo, 20 de noviembre de 2016

NOGALES.( Extremadura) En su escudo siete hojas de nogal.

 Castillo de Nogales.


  Lo primero que llama la atención de este pueblo, es su castillo, construido hace ahora 558 años. Sobre la puerta de la torre del homenaje, existe una inscripción que da fe de ello:

“Esta fortaleza mando facer el noble caballero Lorenzo Suares de Figueroa, señor de la casa de Villalba y del consejo del rey nuestro señor, fijo del magnífico señor Gomez Suarez de Figueroa, del consejo del señor rey e mayordomo mayor de la señora reyna e nieto de los muy excelentes señores don Lorenzo Suarez de Figueroa, maestre de Santiago, e don Diego Hurtado de Mendoza, almirante de Castilla y señor de la Vega, e comenzose año del nascimiento de nuestro Salvador Christo del mil e qaatrocientos e oinquenta e ocho annos. Mandola facer aquí por su salud del pueblo a defensa de su tierra e de los moradores della”.

  Después de subir una pendiente, me encamino hacia el Ayuntamiento, mi intención es entrar en este coqueto castillo y subir a lo alto de la torre del homenaje, para ello necesito que me abran. Los funcionarios me dicen que el castillo está cerrado, pero inmediatamente una joven me atiende con amabilidad, me dice que la Alcaldesa está reunida y duda un momento si entrar para hacerle llegar mi petición, lo hace y al poco mi solicitud está resuelta. La única premisa es que alguno de los funcionarios tiene que acompañarme. Amablemente soy acompañado hasta la pequeña cancela que da paso a la torre del homenaje, y en eso que suena insistentemente el móvil de mi acompañante; atiende la llamada y después de explicarme donde encender y apagar las luces, se marcha, me entrega las llaves y me quedo como señor del castillo. Subo a lo más alto y a pesar de las altas nubes,la luz no es muy buena para fotos, empiezo a enfocar mi cámara, de norte a sur y de este a oeste. Las vistas son inmejorables: olivares, dehesas, viñas, y la planta de paneles solares de Torre de Miguel Sesmero, hacia la zona norte, que no es que sea especialmente vistosa desde el punto de vista paisajístico.

  El recinto del castillo está muy bien cuidado y limpio. Creo que a principios de los años noventa del pasado siglo veinte, se llevó a cabo su última restauración. Al lado  del castillo, a su izquierda, según se sale, está el cementerio municipal y la iglesia de San Cristóbal enfrente. Entre las tres edificaciones existe un pequeño llano de tierra donde hay un cañón a modo de ornamento al que le falta una rueda.

  Salgo ya del castillo y ando un poco por las empinadas calles de la población. En el año de 1792, ya se decía lo siguiente en el Interrogatorio de la Real Audiencia: “En este pueblo el estado de las calles se hallan con el aseo posible, son anchas y pendientes debido a su situación…”. Y es cierto lo de la pendiente de las calles y lo de su aseo también; dos señoras empleadas de la limpieza, con las que me cruzo, van dejando las calles muy limpias, mientras conversan de sus cosas sin dejar de barrer. Una buganvilla de vistosos colores de desparrama desde el patio de una casa cercana a la iglesia, hacia la calle. Una nota de color más en estas calles.

  De nuevo entro en el Ayuntamiento, quiero entregar las llaves del castillo y agradecer, personalmente a su máximo representante, la amabilidad que han tenido conmigo. Ahora si me puede atender su edil; así que después de llamar a la puerta me indica que pase. Me recibe Carmen Franco Vega, así se llama esta mujer que rige los destinos de los algo más de setecientos vecinos de este bonito pueblo pacense. Lo primero que llama la atención nada más comenzar a hablar con ella, es su ligero acento andaluz; nació en un pueblo de Sevilla.  Esta mujer derrocha amabilidad, simpatía y una ilusión y unas ganas de trabajar por su pueblo de adopción, tremendas; al menos eso es lo que yo he podido captar en mi escasa pero intensa conversación con Carmen. En un capítulo de la novela, El Conde de Montecristo, Alejandro Dumas hace decir a uno de sus personajes, aquello de que en política no hay hombres, en este caso añado yo, mujeres, sino ideas, y tengo la sensación de que esta Alcaldesa tiene las ideas muy claras. Le gusta leer y se le nota una sensibilidad especial por las cosas sencillas. Yo le agradezco el trato recibido y ella está encantada de que yo esté por allí haciendo fotos de este pueblo con castillo y de sus calles. Y es que es un pueblo que merece la pena visitar. Hay que hacer turismo en nuestros pueblos extremeños del sur. Hay mucho por conocer en ellos, es algo nuestro.

  Salgo del consistorio y ando calle abajo, y me llama la atención una pequeña ermita: es la de  Santa Justa y Rufina. El retablo es coqueto pero llamativo, me gusta la luz que entra por una vidriera a la derecha del mismo.

  Llego a la plaza de España  y me paro ante un curioso monumento dedicado a todos los vecinos que tuvieron que emigrar, dejando su pueblo natal. Se trata de una maleta con una placa recordando a todos los emigrantes que dejaron Nogales. Unos versos de Antonio Machado ponen la nota poética de esta plaza:

 “Algunos lienzos del recuerdo tienen luz de jardín y soledad de campo, la placidez del sueño en el paisaje soñado”.

  Hago algunas fotos de la plaza mientras  unos vecinos mantienen una disertación filosófica sobre la muerte y la resurrección, tomado un chato de vino en el kiosco de la zona sur de la plaza. Dos mujeres hablan de sus cosas apoyadas en la baranda de la misma plaza, frente al comercio de golosina y regalos MICUKI y el bar restaurante EL PIPA, al lado de EL POLLO. Todo el pueblo rezuma tranquilidad, sosiego y futuro.  Yo me llevo buenas sensaciones mientras tomo el camino de salida. Hay que volver en otra ocasión. Esto y mucho más es Nogales, a los pies de la sierra de Monsalud.



 Desde el castillo.

 Vista parcial de la Iglesia de San Cristóbal y Nogales.

 Puerta de entrada al castillo.

 Desde el interior del castillo.

 En lo alto de la torre.

 Desde la torre.

 Placa donde se da fe de la fecha de construcción del castillo.

 Plaza de España.

 Monumento homenaje a los emigrantes de Nogales.

Retablo de la ermita de Santa Justa y Rufina,

domingo, 6 de noviembre de 2016

ARDILA: EL RÍO DESCONOCIDO. Un naturalista por los andurriales del río Ardila.



 “Contempló conmovido un largo instante el milagro del agua entre los riscos, secreto de blandura en corazón de roca”.  El río que nos lleva.   José Luis Sampredo


El río Ardila es el río extremeño más importante del suroeste de la provincia de Badajoz. Este río se encuentra regulado por pequeñas presas para riego como Brovales y Valuengo, nos dice Leandro García en su libro: “Los ríos extremeños. Introducción a su régimen”. 
  Tiene  este río una cuenca de 1.837 km cuadrados en la región, con una aportación media anual, en las proximidades de la frontera con Portugal, de 127´7Hm cúbicos, que pese a su regulación, le convierten en uno de los ríos más caudalosos de la región.

  Si buscamos información escrita sobre el nacimiento del río Ardila, encontraremos diferentes descripciones, según la época en la que fue escrita esa información.  En el año 1826. Sebastián Miñano, en su Dicionario Estadístico, publicado en Madrid, dice lo que sigue sobre este río:

"Ardila. Río de España, llamado más comúnmente Rivera en la provincia de Estremadura que nace en la sierra de Tentudia cerca del monasterio de este nombre y de Montemolin entre Cabeza la Vaca y Calera: pasa por entre Freienal y Jerez bañando los terminos de estos pueblos y el de Oliva y Valencita; en cuyas inmediaciones entra en la provincia de Alenteio y luego en el Guadiana á 1 leg. N. de Moura, recogiendo todas las aguas de las vertientes septentrionales de la sierra que separa la Andalucía de Estremadura. No tiene mas puentes que el que hay entre Freienal y Jerez ni mas barcas que la que esta sobre el camino de Moura á Miralleia. Empieza a ser considerable por el caudal de las aguas en la confluencia del Murtiga que le entra por la orilla izquierda 4 leguas O. de Jerez y viene de lo interior de la sierra, desde Jabujo, la Nava y Cumbres. Tiene diferentes vados tanto á la parte arriba como á la de abajo del referido puente: y en su orilla izquierda se ven considerables alturas con espesos pinares que se dilatan en toda su estension y tiene 2 leguas de N. á S. La derecha en el terreno comprendido desde el puerto de la Palomilla, hasta al de Valuengo, es llana, despejada y llega hasta 1 legua de Jerez".


En la obra de Manuel Henao y Muñoz de 1870, se lee lo siguiente:

“El Ardila tiene su origen en el Palancar, cerro que destaca de la elevada Sierra de tentudía, recorre los partidos de Fuente de Cantos, Fregenal de la Sierra y Jerez de los Caballeros, se enriquece con todas las vertientes de Sierra Morena por su izquierda y recibe por la derecha las de la Sierra de Burguillos, red hidrográfica completada por los riachuelos Bodión, Bodiocillo, Taconal, Valpuercas y Víar, sin aprovecharse sus aguas para otra cosa sino para mover unos cuantos molinos harineros”.

  En mis conversaciones con algunos vecinos de Cabeza la Vaca, término en el cual se dice que nace el río, efectivamente me hablan del Palancar, pero además me cuentan que hay una fuente llamada  la “Fuente de Ardila”, que según ellos es donde nace el río; uno de estos comunicadores me dice que además un poco más arriba de esta fuente, en la margen izquierda había otra fuente que también alimentaba el río, pero esa fuente fue destruida a principios de los años setenta del pasado siglo XX, cuando se llevaron a cabo las repoblaciones de pinos en la zona.
  La fuente actual de Ardila mencionada, no se seca nunca, según me dice uno de mis informantes, que pasa de los setenta años, y él, en todos esos años, nunca la conoció seca. Esta fuente está registrada en el catastro en el polígono 8, parcela 345. El lugar aparece denominado como La Sierra, dentro del término municipal de Calera de León, con estos datos y mis observaciones sobre el terreno, me atrevo a decir que el río nace realmente de los dos términos municipales, el de Cabeza la Vaca y el de Calera de León, pues las aguas no entienden de fronteras de ningún tipo y cualquier interpretación puede ser muy relativa. Las pendientes de estas sierras, a un lado y otro, tributan agua para que nazca el río, amén del agua que se vierte de la fuente antes mencionada.
 En la zona por la que me muevo, no sin dificultad, el paisaje lo componen castaños (Castanea sativa), un pequeño olivar (Olea europea), las repoblaciones de coníferas, como el pino piñonero ( Pinus pinea) y el pino negral o resinero ( Pinus pinaster), el roble melojo ( Quercus pirenaica), la encina ( Quercus rotundifolia) o el alcornoque ( Quercus suber).
  De las aguas sobrantes de la fuente de Ardila, se alimenta un pequeño huerto que según las diferentes épocas del año, cría pimientos, tomates y otras hortalizas.
  Estas aguas mantienen algunos nogales, cerezos y un laurel; una casa con un viejo moral y una era donde antaño se recogía y limpiaba el grano; aquí en otro tiempo se juntaba mucha gente, me dice mi interlocutor.
  Pero una vez que emprendemos camino río abajo, vamos encontrando al río, aun arroyuelo, encajonado entre muros de roca, donde se crían helechos, algunas higueras, nogales y hasta un naranjo. Pero un poco más abajo los chopos se muestran majestuosos entre la maraña impenetrable de zarzas y madreselva. El terreno es cada vez más abrupto y difícil para el caminante, la vegetación te destroza la ropa. Le recuerdo al lector que me muevo fuera de todo camino o sendero. En la margen izquierda se observa, comido por la vegetación un pequeño casuco, del que solo queda en pie un trozo de pared. Bajando vamos y el arroyo cae un par de metros por un muro de rocas formando una pequeña cascada. Las laderas, a un lado y otro, siguen cubiertas de quejigos, olivos, encinas y castaños. Los pinos de la repoblación cubren algunas zonas de la vertiente sureste. Escasamente se observa algún alcornoque. Una tejonera muestra signos de actividad reciente y un zorro sale al trote, tranquilo, un poco más abajo.
  En la margen izquierda una construcción llamativa de corralones y casa derruidos, sirvieron en otro tiempo para dar cobijo a los hombres y mujeres que se criaron aquí en estas pendientes. Esto me cuenta un paisano poco después más abajo, cuando le pregunto por estas ruinas, el hombre tiene ochenta años y sabe de lo que habla. Cuando me pregunta de dónde vengo, se extraña y se asombra un poco, al explicarle yo, por los andurriales que me he metido.
  El río se va surtiendo del agua que rezumen estas sierras y de los pequeños tributarios que van alimentando la corriente, aún sigue siendo un arroyuelo de poco más de dos metros de ancho y con agua que solo llega un poco más abajo de la rodilla. Los suelos, pizarrosos en las zonas más escarpadas, presentan desprendimientos, debido especialmente a la erosión propiciada por tránsito del ganado, que esquilma estas laderas: cochinos especialmente, en algunos puntos.
  La corriente de agua desaparece entre la maraña impenetrable de plantas, solo algunos pasos que abre el ganado, permiten cruzar, a gatas las más de las veces, de una orilla a otra. El árbol de ribera sigue siendo el chopo. En la orilla derecha observo un mesto de buen porte, presenta una inclinación hacia el oeste sobre el curso de agua. Mide unos diez o doce metros y un metro de perímetro en el tronco.
  Más abajo, por esta zona, terminan las plantaciones de pinos en la zona conocida como La Sierra en el término  municipal de Calera de León. y un poco más abajo tienen sus límites los quejigos, para dar paso al encinar, propiamente dicho. El arroyo de las Parreras tributa por la izquierda. El camino denominado Puerto lobo, atraviesa el río, para  cruzarlo hay un paso fabricado con tres grandes tubos de hormigón. En este punto hay en la margen derecha una pequeña casa y en la cancela de entrada pone un cartel de prohibido el paso. “Casa del pajar”.
 En la margen izquierda, llama la atención un gran chopo, su tronco es inmenso, calculo que harían falta tres o cuatro personas para rodearlo; no puedo medir su perímetro porque se encuentra rodeado de zarzas. A pocos metros hay un laurel, también grande.
  En la margen derecha a unos doscientos metros del río, hay otro mesto, muy alto, tanto que sobresale por encima de todas las encinas que hay en esta cerca denominada “Cerca Robles”, perteneciente a Cabeza la Vaca. Más abajo tributa aguas el Barranco de los Caballeros, que está en el término de Calera de León y justo donde desemboca y en la margen izquierda de Ardila, hay un gran nogal. Llaman la atención unas cañas que han nacido al lado del río, sin duda plantadas por  del hombre, pues esta planta aquí está fuera de lugar.
  En un pequeño y ligero meandro del río, hay otro nogal grande y un sauce que llama la atención por ser el único en estos lares, se trata de la especie Sarga negra (Salix atrocinerea), que florece antes de que le salgan las hojas. Es una especie dioica, tiene arboles machos y hembras, en este caso se trata de un pie macho.
  La vegetación de estas laderas, están compuestas de encinas, principalmente. La margen izquierda se adorna de retamas de flor amarilla y de jaguarzos. En el río aparece algún fresno muy ocasionalmente y algunos chopos también ocasionales.
 Una pequeña represa prácticamente perdida, hay que fijarse mucho para descubrirla, es la que servía para surtir de  agua al primer molino de este río Ardila, a través de una “alcabucera” que recorre al menos medio kilómetro por la margen derecha; está fabricada de piedra y cal y en algunos puntos ha sido excavada en la roca de pizarra. Una vez que llegaba el agua al molino era recogida en una especie de aljibe  y de ahí pasaba al cubo del molino, que aún se conserva, aunque comido por la vegetación. Del resto del molino solo queda algún muro en pie. Este se encuentra en el Poligono 6. Parcela 195. Esta zona es conocida como “Cerro Molino” y pertenece a la población de Calera de León. Según los datos catastrales.  
  Ahora el naturalista se va a tomar un descanso, pues ha llegado a su fin. El río Ardila, el último afluente, como ha sido denominado en alguna ocasión, no ha hecho más que nacer.

 Vista general del nacimiento del río Ardila. Sierras de Tentudía.

 Acceso a la fuente de Ardila.

 Fuente de Ardila.


 Primer plano de la fuente de Ardila.


 Panorámica desde los restos del primer molino del río Ardila.

 En primer plano, restos del cubo del molino harinero.


 El río baja tranquilo.


Mapa de situación.