En muchos de
nuestros campos, cuando la tierra se labraba con yuntas de bueyes y colleras de
mulas y mulos; el hombre, a medida que
removía la tierra con el arado y la vertedera, iba apartando las rocas
que salían a la superficie, depositándolas en amontonamientos que podían
alcanzar diferentes alturas, en algunos casos los he observado de hasta casi
dos metros, pero la mayoría son más pequeños.
Yo me atrevería a
decir, que estas “construcciones” rocosas, son ya un elemento más de muchos de
nuestros campos, es más, deberían de considerarse parte de nuestra arquitectura
tradicional, porque forman parte del paisaje y son elementos que están ligados
a la historia del hombre-agricultor. Pero además son, desde un punto de vista
ecológico, de alto interés para muchas especies de fauna y flora. Numerosas
plantas crecen al amparo de estos refugios de piedra: esparragueras,
candilitos, musgos y líquenes, por mencionar solo algunos. Entre estas plantas
y rocas tienen su nicho ecológico un numeroso elenco de insectos: arañas,
coleópteros, mantis, hormigas, escorpiones, orugas o saltamontes; estos a su
vez atraen a reptiles como lagartijas colilargas, lagartijas ibéricas o
salamanquesas, entre otros. Diferentes especies de sapos, también se refugian
en estos oasis de vida.
Mamíferos como el
zorro puede llegar a instalar sus zorreras en algunos de estos amontonamientos
de rocas y en otras ocasiones lo utilizan como puntos de marcaje de territorio,
al depositar en lo alto sus excrementos.
Las aves están muy
bien representadas en estos puntos, así es fácil observar al mochuelo común
utilizando las zonas más altas como oteaderos para lanzarse a por sus presas,
como atalaya para emitir sus reclamos y en ocasiones llega incluso, a criar en
estos nichos. El cernícalo vulgar se posa también aquí, así como las collalbas,
las tarabillas, las calandrias, los trigueros, las cotujadas, los milanos, las
águilas culebreras, los ratoneros y un largo etc de aves, que sin duda
agradecen estos refugios-posaderos. Por lo tanto se pone de manifiesto la
importancia de estos amontonamientos de rocas, que un día el hombre creó, sin
pensar el gran favor que estaba haciendo a la fauna y la flora de nuestros
campos. A ellos se lo debemos.
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