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lunes, 13 de enero de 2014

LA PODA EN LA DEHESA. EXTREMADURA.


Lo dedico a todos esos hombres y mujeres que “inventaron” la dehesa con su esfuerzo y con sus toscas herramientas. Personas muy sabias, de las que deberíamos aprender.

Estos días se pueden observar  ya, las podas en algunas parcelas de nuestras dehesas, y pensaba yo en la buena idea que tuvieron los hombres del Neolítico hace ya unos ocho o diez mil años atrás,  cuando inventaron las primeras y rudimentarias herramientas que darían paso a esa  evolución cultural que, tras miles de años, sirvió para trasformar un bosque primigenio, cerrado, en lo que conocemos hoy como dehesa. Una dehesa de la que tanto se habla y de la que sabemos tan poco; si acaso que produce beneficios económicos y poco más. Además de querer ignorar el futuro que le espera.

Tengo en mis manos un pequeño cuadernillo que encontré hace ya algunos años, en bastante mal estado y que cuidadosamente pude reconstruir, porque me pareció de mucho interés. Solo tiene diecinueve páginas, fue editado sobre el año 1950 por la Excma. Diputación Provincial de Huelva. Es una segunda edición y lleva por título Poda de la encina. Lo escribe Antonio Celorico Martínez, perito agrícola y director en aquellos años de la Estación Agrícola de Galaroza.

En este pequeño manual se habla de algunos principios que es bueno conocer, entre otros, que los árboles tienden como todo el mundo sabe a su porte natural y que las ramas que tienden a la vertical, crecen más que las horizontales o inclinadas. También nos dice que las ramas horizontales tienden a echar chupones y envejecen antes o que la encina da el fruto en la madera del año. Estos son algunos de los principios, no todos, los que se exponen en este cuadernillo. Yo sé que el lector es muy observador en estas cuestiones de la poda, esto que expongo solo es un recordatorio, a modo de curiosidad. No existe otra pretensión en este escrito por mi parte. Prosigamos pues…

Celorico Martínez dice también que no hay que generalizar a la hora de tratar a una encina, pues el podador se encontrará con multitud de casos, así que para cada árbol el suyo, es decir, el trato correspondiente. Así, habla de encina muy vigorosa, que son aquellas que presentan muchos brotes que solo emiten madera. Luego está la encina vigorosa, esa que en su copa predominan los brotes mixtos, es decir, aquellos que echan mucha madera y algún fruto, siguiendo con las encinas de un vigor medio y las de poco vigor.

Celorico explica asimismo el turno de la poda diciendo que no se puede fijar un  número determinado de años de una poda a otra, porque esto depende, entre otras circunstancias, de la frondosidad de los árboles y sistemas de poda.

Termina diciendo que la poda es una operación necesaria, delicada y beneficiosa. Y se acuerda este buen señor, de los propietarios y arrendatarios de encinares abandonados o mal llevados, para que se vayan dando cuenta de que la poda es una operación cultural y no un aprovechamiento de leña, aunque esta se obtenga de ella. Concluye diciendo que un mal podador es peor que una plaga, esto decía este buen hombre en los años cincuenta del siglo pasado.

Y recuerdo yo a otro agrónomo francés, Jean de La Quintinie, que decía también, hace bastante más tiempo, pues corría el siglo diecisiete, aquello de  que: “ Todo el mundo corta, pero pocos saben podar”.


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