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domingo, 21 de abril de 2013

PARAISO AFTASÍ: FUENTES DE LEÓN.BADAJOZ.EXTREMADURA.





Gracias al periodo de anarquía que se sucede tras la abdicación obligada del califa Hisham II, allá por el siglo XI, de esto hace ya más de mil años, entre los reinos de Taifas en los que se divide el califato de Córdoba, está el de Badajoz, llamado Aftasí, que construye como fortaleza castrense  el Castillo del Cuerno en Fuentes de León. Este castillo se erige sobre unas ruinas prerromanas, existentes en el “Cerro del cuerno”, que da nombre al castillo en la Sierra de Santa Marina. Hacia allí me dirijo subiendo empinadas pendientes con mi equipo a cuestas; la mañana me deja una temperatura agradable, el cielo despejado salvo algunas nubes altas poco apreciables. Desde el primer momento se disfruta del entorno, entre parada y parada, unas para disfrutar del paisaje y otras para tomar resuello, que la fatiga es muy mala subiendo. Aparecen flores varias: jaras, olivillas, orquídeas, gladiolos silvestres o la flor de borraja, por mencionar algunas. El verde lustroso de algún madroño llama la atención y el suelo del camino está adornado con el color rojizo de la tierra.

Una vez arriba, bajo  la torre que queda en pie, me recibe una hembra de cernícalo vulgar que planea sobre las ruinas del castillo. También se oye el reclamo melodioso de un macho de roquero solitario,  un ave que podemos encontrar en casi todas las  ruinas, donde construye su nido; el ave con ese color azulado tan característico se mueve entre las históricas piedras.
Entre las anfractuosidades de la piedra caliza que se utilizó para la construcción del edificio, crecen almendros, algún peral silvestre y charnecas. Los almendros y las charnecas se observan también en lo más alto de la torre: ¿Qué cómo llegaron hasta allá arriba?, pues sin duda las aves trasportaron las semillas y frutos hasta lo más alto, es lo que se conoce como Ornitocória, es decir la dispersión se frutos y semillas, en este caso por las aves.
El paisaje que se aprecia desde este enclave es indescriptible, hay que estar aquí para disfrutarlo. Es un verdadero Reino de Taifa donde se mezcla la botánica, la ornitología, el paisaje con sus olores, colores, formas y esos otros efluvios que relajan la mente y que pertenecen a una memoria ancestral.

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